viernes, 22 de julio de 2022

Alejandro, un niño especial

 

Alejandro fue un bebé que nació fuerte y sano. Se alegraron mucho de su nacimiento sus papás y sus hermanos mayores. A los dos años, cuando iba al parque de su barrio, casi no tenía iniciativa ni ganas para relacionarse con niños de su edad. Su mamá le animaba a jugar con ellos, pero los demás le veían algo torpe. Muchas veces cogía rabietas cuando le cambiaban sus horarios y sus rutinas porque no entendía por qué las cosas pueden ocurrir de diferente manera.

Alejandro empezó al colegio con cuatro años. Aprendió a leer con mucha facilidad, aunque no le gustaba contar cuadritos. Se llevaba bien con algunos compañeros simpáticos por naturaleza. En el recreo probó a jugar al fútbol, y unas veces le colocaban como portero y otras en el banquillo. Alejandro no encontró interés en esto, y prefería el aislamiento.

Durante las vacaciones en la playa solía inventar juegos peculiares, como la construcción de canales de arena por los que circulaba agua, y así Alejandro sentía felicidad a su manera. Algunos niños le ayudaban como obreros, pero Alejandro era intransigente con los demás y pocas veces les gustaba relacionarse con él.

Cuando tenía seis años empezó a distraerse en la escuela porque la materia de clase le parecía sencilla. La primera persona con quien sufrió verdadera incomprensión a su diversidad fue con su profesora, que le ridiculizó en público. Herido en su dignidad, Alejandro le propinó una contestación en defensa de sus derechos, con lo que le percibieron como problemático en potencia. Tras esto, ella intentó convencer a los padres para que le cambiaran de colegio a mitad de curso, pero ellos habían apreciado la sensibilidad y resistencia al cambio de Alejandro y no les pareció una buena idea. La posterior insistencia del centro en sus argumentos manipuladores hacia que quizá tuvieran que terminar expulsándolo motivó la denuncia a un inspector, que no apreció que el comportamiento de Alejandro tuviera que estar fuera de las funciones de un profesional educativo.

Con ocho años nuestro protagonista se aficionó a los dinosaurios, de los que había oído hablar en un programa de televisión para niños. Conocía todas las especies, con su alimentación preferida, hábitat y periodos geológicos en que vivieron. Incapaz de identificar las emociones, siempre hablaba de todo ello y no notaba que los demás se aburrían con él, le percibían como raro y le dejaban en soledad.

Hubo momentos en que pensó que entre sus amigos se encontraba la tendera de debajo de casa porque le sonreía cuando compraba el pan cada día. Con los pocos amigos que tenía compartía su afición a los juegos de la videoconsola. Hubo un chico de su colegio con el que entabló durante dos años lo que él consideró una buena amistad, pero Alejandro descubrió al final que le usó como pretexto para acercarse a su hermana, que le rechazó. Otro de ellos dejó de tratarse con él después de que Alejandro discutiera con el padre de este amigo, animándole a abandonar el tabaco, de cuyas consecuencias estaba informado por un libro que había encontrado en la biblioteca de su barrio. Rara vez le invitaron a un cumpleaños, e incluso muchos le dejaron plantado cuando él celebró el suyo una vez.

Su aislamiento le produjo indefensión hacia los matones del colegio, que le amenazaban a diario si no le entregaban el bocadillo que debía tomar en el recreo, y que luego vendían. Durante la adolescencia, su ingenuidad y desconocimiento de las reglas sociales, que el resto de compañeros había aprendido por pura intuición, le hacían un blanco perfecto para las burlas. Alejandro se daba cuenta tarde de estas intenciones y, por eso, desarrolló un sistema defensivo, que también le aisló de personas propicias. Frecuentemente no adivinaba las intenciones de provocación de los acosadores, que terminaban pegándole.

Nunca sufrió grandes problemas educativos y fue aprobando sus asignaturas en los diferentes niveles gracias al apoyo de muchos grandes profesionales. Su orientación personal, de manera intuitiva, siempre se dirigió a ramas minoritarias, entre las que resulta más sencilla la atención personalizada al alumno.

Cuando empezó el instituto la brecha social existente entre el resto de los compañeros y él se hizo evidente. Admitía a regañadientes realizar trabajos en grupo, en los que solía tener que juntarse con repetidores sin intenciones de colaborar, aunque Alejandro lo prefería para poder así orientar la labor a su manera, sin discutir los diversos puntos de vista de la realidad. Pensaban que no se relacionaba con nadie porque él no quería, aunque él no encontraba la forma de encajar con el resto por su poca habilidad para los deportes y sus conversaciones cargantes, y se pasaba tardes enteras en la biblioteca investigando los diferentes temas que periódicamente iban apasionándole. Algún compañero comprensivo le propuso el reto de “ser normal” durante solo una semana; pero otro apreció lo que Alejandro parece de un modo emocionalmente inteligente y vio lo que es, describiéndole como una persona excéntrica con buenas intenciones.

Hubo compañeras sensibles y comprensivas con las que creyó sentir amor, sin conocer los diversos pasos de las relaciones sentimentales. Cuando vio alguna película romántica comprendió que se trataba de algo distinto, que más bien se trataba de cariño o empatía.

De adulto consiguió trabajos de baja cualificación. Muchas personas le transmitían que esas empresas estaban por debajo de sus posibilidades, pero el esfuerzo continuado necesario para ocupar empleos acordes con su alta formación o ascender de categoría le hacían sentir un “techo de cristal”. Siempre entendió que debía ejercer en sí mismo y en los demás una aplicación rigurosa de las normas que le habían enseñado en la teoría, pero muchos compañeros no lo comprendían y sufrió vacío y acoso laboral. Sus peculiaridades pronto le hacían que sus superiores simplemente le apreciaran como a cualquiera, y no las comprendían aunque estuviera dispuesto a prolongar su jornada con tal de terminar su labor.

Alejandro se apuntó a cursos de su gusto para mayores en los que le gustaba tratar con personas mayores que él. Sus opiniones solían romper el hilo del debate que se planteaba en la clase, pero la comprensión de los compañeros le facilitaba las cosas. Le apreciaban como una enciclopedia a la que consultar datos, y alguno apreció su tono de voz como igual al del GPS.

Su sempiterna soledad se agudizó por la muerte de su abuelo, al que estaba muy unido. Acudió a un psicólogo para que le ayudara a superar el duelo. Este apreció signos evidentes de depresión, y también algún otro problema, para el que le derivó a un especialista. Este profesional apreció en Alejandro características de una patología de la que le habían hablado en un reciente seminario de actualización: el síndrome de Asperger. Le explicaron que éste era un trastorno generalizado del desarrollo con alto funcionamiento. Estaba relacionado con el autismo, una palabra con la que se asustó su entorno, más cuando le habían medido años atrás un coeficiente intelectual cercano a la superdotación intelectual.

Le aconsejaron que conociese una asociación dedicada al apoyo de personas con esta dificultad. Allí participó en talleres en que aprendió de una forma cuasi reglada la asertividad y las formas de tratar a los demás con efectividad. También le brindó la posibilidad de tratar con personas con sus mismas dificultades, y aprender de ellos. Gracias a estos compañeros encontró un ambiente propicio para hablar de los temas de su gusto, con los que siempre le habían rechazado más o menos explícitamente en otro tipo de círculos.

Gracias a todas estas ayudas Alejandro se conoció mejor a sí mismo y se aceptó como es. Se sintió preparado para ser, y con las herramientas necesarias para superarse día a día. Se reconoció como un hombre especial, fuera de los parámetros típicos, pero de provecho.


                                                       JUAN-PABLO FRÍAS LASHERAS

martes, 12 de julio de 2022

La Vida de Jaime


 

Jaime era un niño de 6 años que vivía en Zaragoza con sus padres y su hermano Alejandro en un entorno lleno de alegría y felicidad, hasta que un buen día sus padres tuvieron una entrevista con su tutora del colegio, que les dijo que le llevaran al psicólogo ya que no interactuaba bien con los compañeros de su clase.

Entonces, los padres buscaron un buen psicólogo y el psicólogo le hizo un diagnóstico a Jaime durante la consulta. A los 15 días, los padres de Jaime recogieron el informe y se dieron cuenta de que Jaime tenía el Síndrome de Asperger y, desde entonces, le ofrecieron todo su cariño y su apoyo para que pudiera seguir adelante y decidieron llevarle a terapia individual para que tuviera técnicas de relaciones sociales.

A la edad de 11 años, Jaime sigue con su grupo de amigos del colegio, a pesar de tener lo que tiene. Pero al llegar a primero de Secundaria, sus amigos se convierten en sus verdugos, debido a que Jaime sacaba mejores notas que ellos y le empiezan a acosar. Frente a esto, Jaime cuenta el acoso a sus padres y éstos acuden a la dirección del colegio. Pero no consiguen que sus compañeros sean sancionados, por lo que deciden cambiar a Jaime y a su hermano de colegio.

En el nuevo colegio Jaime hace nuevos amigos. Un día, en el colegio dan una charla sobre la diversidad. Tanto él como sus compañeros se dan cuenta de que tienen que respetar a los demás. Jaime sufre una temporada de soledad y aislamiento, por lo que decide contarle a sus amigos y compañeros que sufre el Síndrome de Asperger y logra que sus amigos y compañeros le entiendan mejor.

Al empezar primero de Bachillerato, no sabe qué escoger. Lo consulta con sus padres y le recomiendan hacer ciencias sociales, debido a su buenísima memoria para recordar fechas y datos importantes. Todo transcurre bien hasta que dan las notas de selectividad porque acaba despidiéndose de muchos compañeros y algunos amigos que tenía, debido a que van a estudiar diferentes carreras. Al final, decide estudiar Derecho, ya que le gusta el Derecho en general y especialmente el deportivo, ya que le encantan los deportes y especialmente el fútbol. Durante la carrera, le surge una relación de amor con una chica llamada Susana, le explica cómo es y consigue que le entienda.

Una vez terminada la carrera, tiene unos derechos especiales para encontrar trabajo debido a la discapacidad. Decide trabajar en un bufete de abogados donde se trata el Derecho Deportivo. Pero, para eso, hace un máster de un año y obtiene una buena nota.

Con la buena nota del máster y la entrevista consigue que le contraten y obtiene su primer trabajo. Gracias a la ayuda y apoyo de sus padres, fundamentalmente, ha conseguido llegar donde está ahora y también al apoyo de su hermano y de su novia.



MARTA-THEODORA PEROMINGO RODRIGO

lunes, 13 de junio de 2022

LA AVENTURA DE ALBERTO


Érase una vez, que es como comienzan los cuentos, un niño que se llamaba Alberto. Era un niño como todos los demás, pero había un detalle en el que se diferenciaba de los otros niños: Alberto no se divertía en la escuela. Cuando era pequeño, no hablaba con su profesora, el sólo hablaba con una compañera y con su familia. Estaba aislado y eso no le permitía ser tan feliz como otros niños de su edad. La única alegría que tenía era cuando estaba jugando con su amiga en el recreo y con sus padres en casa.

En el parque se sentía apartado, lo demás niños no contaban con él para jugar y acababa jugando solo y encerrándose cada vez más en su pequeño mundo. Alberto parecía un chico muy tímido, algunos creían que era sordo y otros creían que era mudo. Pero él no era ninguna de esas cosas, sólo que no sabía relacionarse y como sus intentos por hacerlo no tenían éxito poco a poco fue dejando de intentarlo.

Esa sensación de soledad le producía bastante angustia, nunca estaba contento y un día se enteró que su mejor amiga se iba a otro colegio. Fue un duro golpe, ese curso se quedó solo en clase. Alberto tenía miedo de hablar con los demás compañeros ya que no conseguía conectar con ellos.

Un día, la profesora de apoyo del colegio de Alberto les dijo a sus padres:

-Puede que Alberto tenga Síndrome de Asperger.

Los padres de Alberto no sabían qué hacer, no sabían dónde acudir. Tenían una gran angustia porque lo que más les sonaba de lo que pudieron leer en Internet era la palabra autismo. Ahí empezó una búsqueda desesperada de ayuda que choco demasiadas veces con puertas, en las que no hallaron ni diagnósticos ni soluciones hasta que por fin encontraron, casi por casualidad, una asociación que les confirmó el diagnóstico y les encendió una lucecita hacia la que dirigirse.

Cuando sus papás descubrieron que Alberto tenía SA, empezaron a buscar ayuda; se enteraron de sus derechos y Alberto empezó a recibir apoyo en la asociación donde estaban centrados en ayudarle con mucho cariño. Su terapia empezó a dar resultado y así Alberto fue creciendo. Alberto fue evitando las situaciones de acoso que habitualmente sufren los afectados con SA y fue integrándose en las actividades normales que hacían todos los niños. Destacó en el equipo de futbol sala de su colegio como uno más de los jugadores y en los años que estuvieron disputando la liga local alcanzaron varios títulos. Eran un auténtico dream team y Alberto ayudaba como el que más a los éxitos del equipo.

Así, Alberto fue creciendo. Sacaba muy buenas notas, era un chaval trabajador y estudioso lo que le hizo llegar a la universidad muy preparado. Él seguía haciendo deporte y estudiando de forma que su vida avanzaba y parecía que todos admitían sus síntomas con normalidad como una muestra más de la diversidad de nuestra sociedad.

Un día, Alberto se sintió atraído por una de sus compañeras de clase. Era su segundo año en la universidad y el amor había llegado a su vida de forma inesperada, porque hasta entonces él no había mostrado interés por ninguna otra chica. Cristina, que así se llamaba la chica, era un año mayor que Alberto y era una chica dulce y atractiva. Eran compañeros desde el primer año de universidad.

Alberto ya se había fijado en ella nada más llegar a la uni, pero nunca se había atrevido a declararse. En aquella época Alberto se había convertido en un chaval bastante atractivo. Era rubio, delgado y alto y sus ojos tenían un bonito color avellana que imprimía a su mirada una dulzura especial. Su timidez también tenía su encanto, al menos para Cristina. Le daba un cierto aire misterioso que a muchas chicas las hacia fijarse en él. Cristina, por su parte, también era alta; su constitución era fuerte; tenía el pelo oscuro y liso; nariz larga pero proporcionada con su cara de facciones marcadas y sus ojos eran de un verde claro que les hacía contrastar centrados en la melena que caía por los lados de sus cejas, y todo el mundo se sentía hipnotizado la primera ver que la veían.

Empezaron a entablar amistad haciendo trabajos juntos, su relación se fue haciendo más estrecha. Realizaron varias labores de voluntariado, se buscaban en el tren de cercanías, viajaban juntos y reían durante los largos trayectos.

Un día, quedaron para ir al cine y cuando volvían a casa Alberto se decidió a dar un paso que había imaginado y ensayado muchas veces de distintas formas. Pero ese día no coincidió con ninguno de los guiones imaginados. Simplemente sintió que era el momento, que estaba “sembrao”, y dijo:

-¿Quieres ser mi chica?

Cristina le miró, entre asombrada y nerviosa. Se sonrojó. Después de unos segundos eternos para Alberto ella acertó a contestar con otra pregunta: “¿Qué quieres decir?” No se lo estaba poniendo fácil.

-Que me gustaría salir contigo. Me gustas mucho. -Seguía inspirado. Le vino bien la sinceridad típica de los chicos con SA y Cristina respondió con la mirada antes que con la voz. Alberto no entendió bien esa mirada, pero afortunadamente para él la repuesta no se hizo esperar tantos segundos como la anterior. Ella pronunció un tímido: “Sí. Hacía tiempo que esperaba que me lo pidieras”.

Los minutos siguientes fueron todo lo más maravillosos que se pudieran imaginar. Mientras se besaban con un beso tan dulce que superaría claramente al más dulce de los pasteles, unos fantásticos fuegos artificiales estallaron en el corazón de Alberto que se llenó de alegría y se sintió tan feliz como el chico más feliz. O más feliz aún.

Alberto y Cristina siguieron con su relación y con su vida. No les sobraba tiempo porque ambos siguieron estudiando, haciendo trabajos esporádicos y, cuando tenían tiempo, les gustaba el deporte al aire libre. Hacían largas excursiones a la montaña y, desde lo alto, planificaban su futuro.

-Cuando tengamos trabajo nos casaremos -solía decir Alberto.

-Habrá que tener niños -soltaba algunas veces Cristina.

Siempre acababan riendo y después callando. Esos silencios eran muy valiosos para Alberto. Se sentía cómodo en ellos porque estaba acostumbrado desde pequeño a la soledad. Le servía para asimilar lo que habían hablado y reordenar sus pensamientos para luego continuar la charla. Así podía volver a ser feliz unos momentos después viviendo el futuro y disfrutándolo en su imaginación.

Llegó un día en que Cristina tuvo que dejar la universidad y ponerse a trabajar porque no avanzaba en los estudios y a sus padres no les llegaba el dinero. Afortunadamente, pronto encontró trabajo y esto hizo que empezaran a verse menos. Pero no por verse menos se enfrió su relación: ahora los momentos eran más intensos. Como ya cada uno pasaba el día en mundos distintos, el poco tiempo que estaban juntos tenían más cosas que contarse y ambos se enriquecían con las vivencias del otro como si fueran propias.

Poco tiempo después, Alberto también encontró trabajo, ya con su carrera casi terminada, y empezaron a hacer realidad sus planes. Alquilaron un apartamento equidistante entre sus dos trabajos y se independizaron. Eran días de vino y rosas, en realidad más rosas que vino porque a ninguno de los dos les gustaba rebajar la Coca-Cola, como solía decir Alberto que era muy aficionado a los juegos de palabras.

Una bonita tarde de otoño, cuando el sol del crepúsculo madrileño inunda todo con tonos de luz entre amarilla y naranja, Alberto volvió del trabajo muy contento. Cristina aún no estaba en casa y él la esperó haciendo café. Colocó en la mesa unos pasteles que había comprado para celebrar la noticia que tenía preparada para cuando llegara ella. Cristina entró en casa y vio los pasteles sobre la mesa que había delante de la puerta de la terraza mientras colgaba el bolso y el abrigo en el perchero del recibidor. Los últimos rayos de sol iluminaban aún una esquina de la bandeja de pasteles y ella se quedó mirando los pasteles que traía en la mano. Mientras de la cocina salía un exquisito olor a café recién hecho. Alberto salió rápido del dormitorio y besó con ternura las mejillas de ella, un beso en cada una como solía hacer todas las tardes al llegar del trabajo, sin percatarse que ella tenía entre sus manos una bandeja de pasteles comprada en el mismo sitio donde él había comprado los suyos.

- ¿Quieres café? -le preguntó mientras empezaba a echarlo en la taza. Fue entonces cuando se dio cuenta de que ella, en silencio, guardaba su bandeja de pasteles en la nevera; pero dudó si eran los suyos o eran otros. En silencio ahora los dos, Alberto le acercó su taza al tiempo que la invitaba con un gesto a seguirle al salón. Cristina le siguió, y antes de llegar frente a la mesa donde les esperaban los pasteles, Alberto dijo:

-Tengo una buena noticia que contarte. He comprado estos pasteles para celebrarla -su pulso empezaba a acelerarse mientras hablaba.

-Yo también he comprado pasteles para celebrar una noticia -le contestó Cristina mientras se sentaba frente a él y cogía un pastel de nata que había al otro lado de la bandeja. Alberto frunció el ceño durante medio segundo porque ese pastel también era su favorito pero en realidad le daba igual, había otro y además él preferiría que se lo comiera ella si sólo hubiera habido uno. “¿Así, qué noticia tenemos que celebrar?”, dijo un poco desconcertado.

-Di tu noticia primero. Tú lo has dicho antes -respondió Cristina, cargada de razón.

-Está bien -asintió Alberto-. Me han ascendido y voy a ganar 300 euros más todos los meses -mientras pronunciaba la frase, se le iluminaron los ojos y una enorme sonrisa llenó su cara. Se quedó mirando fijamente a los ojos verdes de Cristina, esperando su reacción.

-Es estupendo -respondió Cristina con menos entusiasmo del que Alberto esperaba. Y luego añadió: “Nos vendrán bien porque vamos a tener unos gastillos extras”. Hizo una pausa para que él fuera asimilando el significado de sus palabras e inmediatamente continuó: “He ido a recoger el resultado de los análisis que me hice el lunes”. Ahora, Alberto parecía ir entendiendo porque la sonrisa de antes empezaba a dibujarse de nuevo en su cara. Tras otra pequeña pausa ella terminó de dar su noticia: “Vamos a ser papás”.

Ahora, la pausa fue más larga. A Alberto le temblaban las manos y soltó el café para no derramarlo ya que la taza estaba demasiado llena aún. Se levantó desconcertado pero muy contento y abrazó muy fuerte a Cristina durante un instante. Inmediatamente aflojo el abrazo un poco pensando absurdamente que podría ser perjudicial para el embarazo y se sentaron en el sofá que tenían al lado sin deshacer el abrazo.

Se dio cuenta que se había hecho de noche y sólo les alumbraba indirectamente la luz de la cocina que había quedado encendida. Estuvieron mucho tiempo abrazados y en silencio. A partir de ese día, el primero de su nueva vida, fueron felices y comieron perdices que es como deben acabar los cuentos.




                             PEDRO BRAVO REDEL

martes, 31 de mayo de 2022

El Reino de las Hadas

  

 

Había una vez dos niñas llamadas Johanna y Alejandra. Johanna tenía ocho años y Alejandra nueve años. Alejandra y Johanna tenían síndrome de Asperger y no tenían amigos. El síndrome de Asperger es un trastorno del espectro autista que dificulta las relaciones con los demás. Todos los niños se reían de ellas y lo pasaban muy mal. Vivían en una casa con un bonito jardín y estaba cerca del río; las niñas se pasaban largas horas en el río jugando. Un día, estando en el río, vieron algo en las rocas. Era una pequeña hada; tenía las alas de color azul y el pelo de color rosa y se llamaba Titania. Esa pequeña hada era en realidad Titania, la reina de todas las hadas del bosque.

-¿Cómo os llamáis, niñas? -preguntó Titania.

-Yo Alejandra. Y yo, Johanna -contestaron las niñas.

-¿Y tú cómo te llamas? -preguntaron las niñas.

-Yo me llamo Titania y soy la reina de las hadas del bosque -contesto Titania-. ¿Queréis que os enseñe mi reino? -preguntó Titania.

-Por supuesto -contestaron las niñas.

Entonces, Titania y las niñas se fueron al reino de las hadas. Cuando llegaron al reino de las hadas, se dirigieron al castillo de Titania. Las niñas estaban encantadas viendo lo hermoso que era el castillo y el reino de las hadas, todo era muy diferente: el cielo era de color violeta, las montañas eran de color rosado, el agua del río era del color del cielo violeta. En el castillo la reina les había preparado un comité de bienvenida con manjares de comida y un baile.

Titania habló con las niñas y les dijo:

-Os he traído aquí porque vosotras sois las únicas que podéis derrotar al hombre que quiere destruir nuestro reino, con vuestro poder lograreis que el hombre no destruya nuestro reino -dijo Titania.

-¿Qué poder? -preguntaron las niñas.

-El poder de vuestro corazón. Vuestro corazón es tan puro y limpio que su poder hará que nuestro reino no sea destruido -dijo Titania.

-¿Qué tenemos que hacer? -preguntaron las niñas.

-Tenéis que ir a la Montaña Sagrada a hablar con él, aquí tenéis el mapa, tened cuidado, partiréis al amanecer -dijo Titania.

-No te preocupes, nosotras haremos que no destruya el reino, hablaremos con él -dijeron las niñas.

-Sé que lo lograreis, confío en vosotras -dijo Titania.

Al amanecer, las niñas partieron hacia la Montaña Sagrada para hablar con el hombre que quiere destruir el reino de las hadas. Las niñas confían en que le convencerán para que no destruya el reino.

-¿Crees que lograremos que no destruya el reino? -preguntó Johanna.

-Por supuesto que lo lograremos. No te preocupes, confía en mí -dijo Alejandra.

Una vez llegaron a la Montaña Sagrada, tardaron dos días en llegar, se dirigieron a la cueva donde vivía el hombre.

-¿Quién anda ahí? -preguntó el hombre-.

-Somos Alejandra y Johanna -contestaron las niñas.

-¿Qué queréis? -preguntó el hombre.

-Venimos de parte de la reina Titania, la reina de las hadas. Nos ha pedido que hablásemos con usted para que no destruya el reino de las hadas -contestaron las niñas.

-¿Os ha pedido ella que vinierais? -preguntó el hombre.

-Sí -contestaron las niñas-. Por favor, no destruya el reino de las hadas, esa es la casa de las hadas. Si la destruye, ¿adónde van a ir? -le suplicaron las niñas.

-¿Qué me daréis a cambio? -preguntó el hombre.

-El poder de la amistad, eso es lo que le daremos a cambio de que no destruya el reino de las hadas -contestaron las niñas.

-¿Seréis mis amigas? -preguntó el hombre.

-Sí, por supuesto -contestaron las niñas.

-Sabéis, nunca he tenido amigos -dijo el hombre.

-Nosotras tampoco -contestaron las niñas.

-Está bien, no lo destruiré -dijo el hombre.

-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Bien!!!!!!!!! -las niñas se pusieron muy contentas al saber que aquel hombre no iba a destruir el reino de las hadas.

Emprendieron el camino de regreso al reino de las hadas y al llegar al reino se dirigieron al castillo de la reina para darle la buena noticia.

-¡Titania, lo hemos logrado, lo hemos conseguido! ¡El hombre no va a destruir el reino, tú y todas las hadas estáis a salvo! -dijeron las niñas.

-¡Sabía que lo lograríais, hice bien en confiar en vosotras! ¡Bien hecho! -dijo la reina.

Después de la fiesta que Titania les organizó para celebrar el regreso de las niñas, las niñas emprendieron el regreso a casa donde las esperaban sus padres para darles un abrazo.

                                                                                PAULA CABRERA SCHWARTZ

                                                                               


 


lunes, 25 de abril de 2022

LA DIVERSIDAD

 

La diversidad

Cristina De Inés Ruiz

De nuevo, excelente colaboración de Cristina. 

 

 

En este grupo, según Scovel[1] (1998), se incluyen dos tipos de dificultades en el lenguaje: de cerebros no dañados o de trastornos heredados. El autismo y sus trastornos pertenecen al primer sector, mientras que el síndrome de Down pertenece al segundo.

El síndrome de Down suele darse en uno de cada 600 nacimientos, aproximadamente, y es una discapacidad cognitiva o intelectual. Ésta es la prueba de que la falta de capacidad lingüística se debe a la pérdida de las funciones cognitivas más altas. En otros casos, los daños cerebrales se suceden por pérdida de oxígeno fruto de accidentes o enfermedades. Su Día Mundial es el 21 de marzo.

Los trastornos del espectro autista (TEA), en cambio, son de carácter psíquico. Existen dos teorías al respecto, la de Johnson y la de Orton/Travis. La primera analiza el comportamiento extremo como resultado de experiencias traumáticas vividas en la niñez debido a que los padres del menor se empeñaban en asegurarse de la fluidez del paciente en el lenguaje. La segunda hipótesis no tenía nada que ver. Seliger & Vago[2] (1991) centran su atención en la desaparición de diez lenguas por parte de la población bilingüe por culpa del contacto con el inglés.

Los TEA tienen al síndrome de Asperger como la forma más leve y el autismo como la más grave. Mientras que el primero implica una inteligencia igual o superior a la de una persona ‘normal’; la fluidez en la producción y la comprensión y el deseo de socializar no exento de dificultades para ello, la segunda –cuyo Día Internacional es el 2 de abril- presenta un coeficiente intelectual menor de 80 –lo que demuestra cierto retraso mental-; comportamiento autolesivo y fobia al mundo exterior. Otros síntomas relacionados con el síndrome de Asperger son la incapacidad para comprender las bromas, chistes y expresiones ambiguas; la intolerancia o poca preparación para los imprevistos; los sentidos muy desarrollados; el temperamento flemático o muy expresivo; el miedo a las multitudes; los soliloquios u otras conductas estereotipadas en caso de nerviosismo; o el excesivo interés en temas o campos determinados. Es más frecuente en hombres que en mujeres, las cuales son más propensas al síndrome de Rett –menos común y que da lugar a la pérdida progresiva de la capacidad física y del habla-. La población con estos trastornos es mucho mayor de lo pensado y, entre ellos, destaca Andersen, autor danés infantil (1843[3], 1838[4]). También están presentes otras figuras del arte (Leonardo o Miguel Ángel), la literatura (Carroll[5] [6] o Joyce[7] [8]), la filosofía (Sócrates[9], Platón[10], Kant[11] [12] o Nietzsche[13] [14]), la ciencia (Newton[15], Einstein[16] o Darwin[17]) o la música (W.A. Mozart[18], Beethoven[19], Boyle[20] o Adele[21]).

Newby[22] (2006) ofrece mucha más información relacionada. El neuropsicólogo norteamericano también expone cómo las enfermedades neurológicas pueden convertirse en mentales si no se tratan adecuadamente. Es el caso del trastorno de déficit atencional e hiperactividad (TDAH), que -sin tratamiento médico especializado- puede llegar a la esquizofrenia en varias fases: el TDAH se vuelve trastorno negativista desafiante (TND), cuyas víctimas –a diferencia de las del TDAH- jamás se arrepienten de sus actos; y, finalmente, el trastorno disocial (TD) –que lleva a las situaciones violentas-.

Monserrat Femenía[23] (2001) tomó a Winnicott[24] (1958); Pichon Rivière[25] (1983) o Berger[26] (1999) como bases para su publicación sobre un niño hiperkinético que había pasado por su consulta y estaba medicado. La hiperkinesia, según la psicoanalista, es un caso específico de TDAH.

Un joven norteamericano vino al mundo con TDAH. Pero su caso era gravísimo porque su madre era muy prejuiciosa con los medicamentos: creía que eran droga. Y, así, la mujer utilizó su mala suerte para anteponer sus caprichos a sus obligaciones. Como consecuencia, la enfermedad de su hijo se convirtió en esquizofrenia y, lejos de aceptar su culpa, a ella no le importaba si sus quejas irritaban o hundían a los interlocutores. Esto demuestra cómo la vida no es ni tiene que ser perfecta o que todo no se puede tener. Lo que se desea puede venir, siempre que se piense en las consecuencias de los propios actos antes de tomar decisiones, tal y como explica la psicoanalista Menéndez Álvarez[27] (2008) estudiando el malestar emocional.

Por su parte, González García[28] (2011, 2020) ha publicado una serie de chistes “de psicólogos”[29] para personas nacidas con discapacidad y los informes médicos recibidos, así como otros artículos sobre este ámbito. También ofrece una visión sobre cómo la población ‘normal’ puede verse incluso incómoda cuando el ‘especial’ demuestra tener cualidades que el otro no tiene –sobre todo, porque éste no quiere aprender de aquél-[30]. Esto revela que la discapacidad es la capacidad extraordinaria, principalmente, por ser ‘diferente’. La esencia prevalece sobre la apariencia y, por tanto, ninguna discapacidad es incapacidad. La incapacidad se puede tener para bailar, correr, ver, saltar, hablar… pero jamás para comunicarse; marcarse buenos objetivos; elevar el propio espíritu; percibir el mundo; divertirse o sentirse vivo. Asimismo, el terapeuta; poeta y monitor de ajedrez representa otro enfoque de que la diversidad funcional es una condición distinta a la del sector más convencional, al igual que puede ser la orientación sexual o algo parecido. No es ninguna enfermedad, pues no tiene cura ajena a la buena educación. La fuerza de voluntad está por encima de todo[31] [32] [33] [34].

Un sinfín de colaboradores de la Asociación Española de Profesionales del Autismo (2012) analizan en profundidad todos los datos de los TEA, desde las novedades conceptuales hasta la mirada hacia el futuro.

Murillo Sanz[35] describe dichas novedades con el comportamiento ‘estereotipado, autolesivo y repetitivo’; las dificultades para la comunicación –especialmente, el lenguaje no verbal-; la inflexibilidad mental; los intereses e inquietudes limitados; la falta de adaptación a los cambios (sobre todo, si son inesperados); el autismo como discapacidad intelectual –no sólo psíquica-; el trastorno bipolar –también ‘psicosis maníaco-depresiva’-; la epilepsia, los tics nerviosos; el TDAH y otras enfermedades asociadas a tal condición. La terapeuta tomó como bases a Asperger[36] (1944), médico austríaco que nació un 18 de febrero y sufría dicho hándicap al que pondría nombre, de ahí que dicho día del año sea el Día Internacional del Síndrome de Asperger; a Wing & Gould (1979[37]); a Rivière (1997[38], 2000[39]), un psicólogo que creó una fundación con su nombre en Madrid; y a un montón de expertos más. También destacan la psiquiatra Hervás Zúñiga o las psicólogas especializadas Balmaña o Salgado[40] (2017), que lo definen como un trastorno biológico del neurodesarrollo que, por la presencia de intereses y comportamientos reiterativos y restringidos, afecta tanto a la comunicación social como a la conducta.

La “Carta abierta de una afectada por Asperger” en la revista Quo (2012) para la asociación Asperger Madrid[41] y el análisis del mundo exterior (2021) para el concurso de relatos de Asperger-TEA Jaén[42]; o el estremecedor relato de Gómez[43] (2017) en los periódicos El Faro de Vigo o La Voz de Galicia para Autismo Madrid tampoco deben olvidarse, dado que ambos testimonios prueban que esta condición no es ningún invento, pese a la equivocada ideología de la gente ‘normal’ o neurotípica –que probablemente tengan hijos con este trastorno u otra discapacidad o con algún desequilibrio mental y no lo quieran aceptar tapándolo por ser de su familia y criticando a pacientes ajenos, sobre todo, si éstos son hijos únicos o de familia desestructurada- o tratando de ocultarlo como si no pasara nada. Fueron publicados con motivo del Día Internacional mencionado en el párrafo anterior. Años más tarde, se publicaría la colección de relatos (2016) como La vida de Jaime[44]; El cazador de sonidos[45]; La aventura de Alberto[46]; La historia de Nana[47]; Las peculiaridades de Sergio[48]; Las emociones en un Asperger[49]; David dice adiós a su rincón[50]; El reino de las hadas[51]; Alejandro, un niño especial[52]; Pía y las galletas de flores[53] o Miguel-Ángel García[54]. Otros pacientes como los jóvenes Moya Nieto[55] (2021) e Hidalgo Sánchez[56] (2021) cuentan sus respectivas experiencias. También está presente un artículo sobre cómo este sector puede sentirse “patito feo” en su época más crítica[57] (2013): tras un largo tiempo “deambulando solos”, se experimentan cambios a mejor a base de sacrificio y de no hacer caso a la sociedad que no ayuda nada pero que se siente superior.

Rivière (1949-2000) afirmaba que toda pauta de tratamiento, así como las decisiones educativas, dependía del trastorno y la evolución de cada paciente, “sin etiquetas”. Jiménez Navarro[58] tiene en cuenta dicho principio con el fin de explicar la consolidación de estas anomalías. Wing (1981[59], 1997[60]), como psiquiatra, se especializó en el síndrome de Asperger infantil. Peromingo Rodrigo[61] (2013), como una paciente más y para la prensa digital, escribió un texto narrativo dedicado a la máquina del tiempo retratando a un chico apasionado de las máquinas y la tecnología para demostrar que los intereses restringidos y la máquina del tiempo jamás habían sido inventados.

Arnáiz Sancho & Zamora Herranz[62] explican diversos diagnósticos, conscientes de los adelantos y cambios actuales y cómo eso no impide a un importante sector de familias sentirse en “tierra de nadie”. Esto indica que la inexistencia de un diagnóstico deja al paciente y sus familiares y conocidos perdidos, sin rumbo.

Aun así, la ayuda familiar es fundamental para el desarrollo psicológico. Tamarit[63] (2002) alega que “se requiere conocimientos” para alcanzar un orden que apoye a “las víctimas de síndrome de Asperger de acuerdo con sus necesidades si esas personas y sus familias son escuchadas” porque, según la hipótesis de Rivière[64] (1997), “el silencio” de los niños autistas contribuye a “una larga, complicada e impresionante historia”. Con todas estas teorías, Cuesta Gómez & Martínez Martín[65] (2012) indican en profundidad las mejores estrategias para una convivencia madura y armónica entre los pacientes de TEA y sus más allegados.

Márquez López[66], como coordinadora de la Asociación Española de Profesionales del Autismo (AETAPI), está segura de la existencia de un montón de motivos para dar recomendaciones a familias que buscan atención temprana para sus hijos con TEA. Describe la primera infancia como medio para aspirar a futuras respuestas a todo lo que tenga que ver con el medio social. Su centro se compone de psicólogos, trabajadores sociales, médicos neurólogos y psiquiatras, pedagogos, logopedas y educadores sociales de diferentes instituciones u organizaciones destinadas a formar; informar y demás misiones encauzadas a los pasos adelante de carácter científico.

Hervás Zúñiga o Balmaña & Salgado (2017) destacan el decisivo papel de la atención temprana[67] en cualquier niño con alteraciones evolutivas y, por eso, hoy tal atención se considera un enfoque de promover la inclusión escolar y una mejora en las competencias personales. Es el caso de las capacidades de adaptación, según la Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad de las Naciones Unidas[68] (2006). Si bien dicho marco aparece establecido en el Documento Blanco de Atención Temprana, España carece de situaciones homogéneas con calidad para acceder a las intervenciones más seguras.

Saldaña Sage & Moreno Pérez[69] muestran las intervenciones, especialmente, con métodos eficientes y los tipos principales de sistemas psicoeducativos: Prizant & Werther[70] (1998) y Roberts[71] (2004) crearon el Discrete Trial Training y la Intervención Conductual Intensiva –o Intensive Behavioural Intervention (IBI), hoy Early Intensive Behavioural Intervention (EIBI)-.

Más tarde, de la mano de Güemes y otros autores[72] (2009) y el Instituto ECRI[73] [74] (2009), llegarían el Modelo Pragmático de Desarrollo; el Floor Time; la Intervención en el Desarrollo de las Relaciones, el Modelo de Comienzo Temprano o Early Start Denver Model –basándose en Rogers & Dawson[75] (2010)-; el Sistema de Comunicación por Intercambio de Imágenes o Picture Exchange Communication System, de Bondy & Frost[76] (1998); y muchos más criterios con áreas funcionales que distingan las estrategias de comprensión de las de focalización, destinándose esta última categoría a usar diversos enfoques a una reducida gama de estrategias que modifiquen una conductas específicas. El sistema TEACCH, nacido gracias a Mesibov & Schople[77] (1983), no ha cesado de crecer como consecuencia de divisiones realizadas por Mesibov & Shea (2009[78], 2011[79]) o Eikeseth[80] (2009).

A comienzos del siglo XXI, Baranek[81] (2002) inventó tratamientos senso-motores que incluyen integración sensorial auditiva; el método Doman Delacato; o las lentes de Irlen. No obstante, los enfoques senso-motores han demostrado ser los únicos efectivos, según la base de datos Cochrane, utilizada por Sinha y su equipo de investigación (2004[82], 2006[83]). Simultáneamente, la Musicoterapia –gracias a Whipple[84] (2004) o Wigram & Gold[85] (2006)- y la integración sensorial auditiva se convirtieron en uno de los caminos básicos, con más de 40 análisis. Después, llegarían la terapia animal –probada por Fine[86]  (2006)- o programas focales, propuesta por el equipo de Odom[87] [88] (2010).

Con una especial atención al TEACCH, Frontera Sancho[89] describe un conjunto de principios y aplicaciones psico-educativos. La psicopedagoga sostiene que el conocimiento y la comprensión la naturaleza en los TEA motivan varias hipótesis: la Deficiencia Mental, el Déficit Intersubjetivo, la Debilidad en la Coherencia Central o la Disfunción Ejecutiva. Todo parte de la colaboración con la familia, donde los padres también reciben terapias; la colaboración de métodos que evalúen cada objeto; el potencial, identificado por la evalución; la enseñanza estructurada; la incorporación de elementos de aproximación cognitiva y conductual, como el apoyo a la actitud positiva; y la formación general de todo profesional implicado.

He aquí una serie de principios básicos: López Fraguas y otros expertos[90] (2004) creen en la comprensión individual con evaluación formal e informal de los puntos fuertes y débiles en diferentes áreas, incluso entrevistas con las familias y docentes además de observaciones directas del entorno personal del niño y, por último, maximizar sus puntos fuertes y minimizar los débiles. Después, iniciar una relación positiva como rasgo fundamental para el crecimiento psicológico del menor.

Es el caso de Rivière (1984[91], 1997[92]) y Szatmari[93] (2006): siempre es posible dicho enlace entendiendo y respetando al pequeño mediante una resolución creativa de los problemas. Bartak & Pickering[94] (1982), Peeters[95] (2008) o Kunce & Mesibov[96] (1998) confían en una planificada y relativamente sencilla organización ambiental con una actitud directa y consistente por parte de los formadores; la comprensión garantizada –como el cambio del lenguaje hablado por objetos visuales o simplificación del lenguaje con el fin de facilitar la comprensión al niño-; trabajos organizados (con sistemas de organización del trabajo, programas de orientación visual o apoyo informático); el aprendizaje sin error, como resultado de la carencia de apoyo sufrida; la motivación con intereses específicos (como la adaptación curricular, el vínculo esfuerzo-reacción emocional); el aprendizaje generalizado y funcional (enseñando capacidades generales explícitamente para un mejor análisis de las situaciones nuevas y practicando las estrategias recién aprendidas); la adaptación del contexto escolar, con profesores de apoyo y logopedas; una estrecha relación con la familia, enseñando las habilidades del menor; y, según Tamarit[97] (2005), promover la inclusión social.

La tesis doctoral de Pozo Cabanillas[98] (2010) subraya la adaptación de la familia a semejante condición, comenzando por los ‘efectos negativos’ sufridos por los progenitores y finalizando con un enfoque ‘global y multimensional’ como perspectiva más reciente. Para ello, la psicóloga y docente debate distintos modelos teóricos, aunque con el sistema de estrés y adaptación Doble ABCX –con McCubbin & Patterson[99] (1983) como fuente- como foco de análisis de dicho sistema.

Hernández Rodríguez[100] (2012) toma, como principal ejemplo, la filosofía de Rivière[101] (1991) acerca de la crianza de los niños autistas: no basta con el conocimiento y las explicaciones, sino con la intención de comprender todo lo relacionado con el autismo. El derecho, el concepto y la práctica son los datos fundamentales para la percepción inclusiva. Para Echeita & Ainscow[102] (2011), la inclusión es un proceso con la presencia, la participación y el éxito del estudiante como metas. Así, se atenderá especialmente a la mayor tendencia al fracaso escolar y a cualquier otra barrera.

Merino Martínez[103] alega que cada día que pasa es una ‘metáfora’ para el comienzo de un ‘nuevo episodio’ en la población neurotípica para ponerse en la piel de los pacientes con autismo. Esto significa que el autocambio es un inicio; un esfuerzo para saber comportarse minimizando recuerdos que forman parte de la existencia humana. Como ejemplo de ello, se toma el temor del actor Kelvin Mooh Loh al agua por culpa de los cambios improvisados de la misma. Esos hechos incrementaban su inseguridad, si bien él sabía dónde deseaba ir mientras se encontraba en la piscina y, de esa forma, comprendió que nunca se hundiría. La psicóloga, basándose en el Dr. Asperger[104] (1944), describe la definición de las víctimas de psicopatología autista haciendo hincapié en la falta de empatía; los problemas para establecer una relación social; los soliloquios; el pensamiento original; los intereses específicos; o la torpeza motora como síntomas más comunes.

Álvarez Perez[105] subraya la considerable dificultad para ser aceptados en un puesto de trabajo, sobre todo, en lo que el paciente se ha preparado durante tantos años. La población con TEA no suele ser comprendida ante sus limitaciones, si bien la discapacidad puede pasar inadvertida en ciertos casos. Las peculiaridades dan pie a que el mercado laboral tenga que prestar servicios de acuerdo con sus necesidades, pese a la escasez de recursos. Lo mismo sucede con la vivienda, igual que el ocio y la intervención social, visto que las redes sociales atienden en exclusiva a sus familiares.

Mori[106] retrata la epilepsia como una enfermedad neurológica como consecuencia de los TEA; en la mayoría de los casos, dichas discapacidades –dadas por la naturaleza- dan paso a enfermedades neurológicas o mentales –igual que se explica en Todo sobre el autismo-. Esto pone al paciente muy difícil el hecho de que lo acepten en un puesto de trabajo acorde con su formación y vocación, así como el que la sociedad en general lo respete. De hecho, la periodista fue despedida el mismo día que sufrió una convulsión en su camerino (lo padecía desde niña, pero no se le manifestaría hasta el día de su injusta destitución). Añade que los epilépticos, al ser enfermos crónicos, no pueden donar sangre.

Vidriales Fernández & De Araoz Sánchez-Dopico[107] proponen afrontar el envejecimiento. Originalmente, este suceso se consideraba un ‘periodo vital’ relacionado con el deterioro humano. La perspectiva actual es muy diferente: Schalock & Verdugo[108] (2003) describen la calidad de vida como un ‘concepto multidimensional’ motivado por “factores ambientales que deberán aplicarse según la prueba empírica contrastada y que puede mejorar con la autodeterminación, recursos, proyectos personales de vida y el sentido de ser parte de un grupo social concreto”. Estos rasgos se materializan en ocho dimensiones: el bienestar físico, emocional y material (felicidad, actividades de ocio, cuidados médicos, falta de estrés, empleo, situación financiera, vivienda…); la evolución personal (educación, competencia personal…); las relaciones interpersonales (interacción, ayuda…); la inclusión social (redes sociales, apoyo social…); la autodeterminación (independencia y control, objetivos y valores, opciones…); y los derechos legales y humanos, contenidos en la Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad[109] (2006).

Cuesta Gómez & Martínez Martín[110] exponen la mirada hacia el futuro mediante la atención especializada con la implicación familiar, adaptación a la edad y a cualquier otra circunstancia del paciente, conocimiento de cada perfil psicológico y cognitivo, prácticas sobre evidencias reflejadas en la experiencia, inclusión, generalización, promoviendo el sentido de la actividad, individualización, sistematización y rutinas, enfoques destinados a un proyecto de futuro con calidad, innovación en las posibles intervenciones, promoción de puntos fuertes y demás capacidades, uso de claves visuales; una educación y formación que flexibilice las distintas opciones formativas homogeneizando los distintos sistemas autonómicos, atendiendo especialmente a la Secundaria y al Bachillerato porque esto supone el mayor riesgo socio-académico, facilitando el acceso a la universidad destinado a garantizar una íntegra igualdad de recursos, capacitación para la vida adulta personal y profesional; atención sanitaria utilizando todo protocolo acorde con las necesidades; independencia comenzada en etapas tempranas, facilitando la conservación del empleo al que se haya accedido, diversificando las opciones para dicha vida (potenciando las viviendas bajo supervisión y recursos apoyados por la comunidad) y promocionando oportunidades diferentes para que puedan elegir la que más se adecúe a sus habilidades y gustos; y las necesidades emergentes (creando recursos que aporten la respuesta buscada para los pacientes con TEA e investigando dichos trastornos con especial atención a la salud mental y al envejecimiento con el fin de que el individuo no se desvincule de su medio social a la vez que recibe cuidados especializados).

Otros psicólogos y psiquiatras especializados[111] (2017) definen el TEA como un trastorno en el neurodesarrollo biológico iniciado en la niñez, por lo que la conducta del paciente se ve afectada por comportamientos repetitivos e intereses restringidos –tal y como acredita la siguiente tabla-:

 

PACIENTES CON SÍNDROME DE ASPERGER

Virtudes

Defectos

Relaciones sociales

·      Sinceridad y objetividad.

·      Nobleza, fidelidad y lealtad.

·      Memoria prodigiosa.

·      Dificultad para entender las reglas de interacción social.

·   Poca costumbre de compartir inquietudes y emociones.

Comunicación y lenguaje

·      Rico vocabulario técnico.

·      Afición a los juegos de palabras.

·      Dificultad para iniciar conversaciones y para la adaptación al interlocutor.

·      Producción de frases breves y literales.

Flexibilidad mental e imaginación

·      Grandes conocimientos en las áreas de mayor interés, así como fidelidad a dichas áreas.

·      Búsqueda continuada de información.

·     Preocupaciones poco frecuentes que pueden convertirse en emociones.

·     Preguntas repetitivas.

·     Excesivo perfeccionismo.

 

Su evolución es crónica y presenta diferentes grados, tanto en la afección como en la adaptación funcional (capacidad intelectual igual o mayor que la de un neurotípico, evolución más tardía de lo normal para la edad…). He aquí sus diferentes categorías de gravedad, según Hervás Zúñiga y otras autoras[112] (2017):

 

Grado

Comunicación social

Conducta restringida y repetitiva

·      Dentro de la normalidad

Peculiaridad o aislamiento

Sin interferencia

·      Síntomas subclínicos

Síntomas sin modificaciones importantes

Interés excesivo o escaso sin interferencia

·      De primer grado

Sin apoyo directo, aunque con modificaciones de importancia

Interferencia importante en ciertos contextos

·      De segundo grado

Escasez significativa con iniciación y respuestas limitadas

Interferencia común con dificultad en la flexibilidad y problemas en el cambio de foco

·      De tercer grado

Mínima comunicación social

Interferencia marcada con dificultad en la flexibilidad y problemas en el cambio de foco

 

Existe también la diversidad no funcional: colectivo LGTBI, malos estudiantes aunque buenas personas y muy aplicados para el trabajo, raza u origen distinto u otros motivos de complejos o, durante los años 30 o 40, al holocausto. Frank[113] (1944) lo reflejaba en la Casa de Atrás durante sus dos años de vida clandestina, seguida de su infrahumana supervivencia hasta su fallecimiento meses más tarde. Del Amo[114] (1988) describía a Gaad como un chico nubio que, por dicha condición, tenía a Nut como única amiga en el colegio. Por eso, desobedecía a su abuelo Haken negándose a asistir a aquel recinto.

Fernández Paz (1994) lo demostraba con la hipersensibilidad de la joven Blanca a las injusticias de la vida (como la expulsión de su amigo Luis sólo porque era repetidor y la malvada profesora María no aspiraba sino a quitárselo de en medio y a que la típica buena de la clase no lo viera nunca más[115]; por eso, fue capaz de protestar a la madre de la protagonista porque también era docente y no gustaba del chico[116] [117] y hasta de escribir un anónimo imitando la letra de su víctima con insultos a la directora del colegio[118] para hacer realidad su deseo). Asimismo, consciente de que el bien y mal existen en todos sitios y de la imposibilidad de impedir aquella aleatoria exclusión, una vez curada de su hepatitis, Blanca se aferró a la esperanza de que llegara un tiempo nuevo: sin rencores y feliz a su manera[119].

Sierra i Fabra[120] (1997) lo dejaba ver con la obsesión de sor María por ayudar a las alumnas, tanto si obraban bien como si obraban mal en lugar de castigarlas, pues Isabel –la estudiante ideal y gran persona- se había visto a escondidas con su amado Daniel y Teresa –su mejor amiga- la denunció porque su padre siempre la estaba comparando con la mejor de la clase –Teresa, en cambio, trabajaba mucho para tener éxito y aun así sus calificaciones no eran tan altas como las de la otra chica porque no era igual de inteligente- y no estaba dispuesta a pagar justa por pecadora. Además, faltaba sólo un mes para el final de curso y después nunca más estudiarían juntas. Ahí Teresa descubrió la oportunidad de ganar por primera vez en su vida; dar una buena lección a su progenitor, aunque incapaz de imaginar cuán fuerte resultaría la sanción –pero merecida- para Isabel -quien decidió restar importancia a la identidad de su delatora tras asumir las consecuencias de su indisciplina, si bien se sentía tan acorralada por su castigo que intentó suicidarse-.

 

 

 

 

 

 

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Sinha, Yashwant et al (2006). Auditory integration training and other sound therapies for autism spectrum disorders: a systematic review. Archives of Disease in Childhood, vol. 91(12), pp. 1.018-1.022

Sinha, Yashwant et al (2004). Auditory integration training and other sound therapies for autism spectrum disorders: a systematic review. Cochrane Database of Systematic Reviews, online(1), CD003681

Szatmari, Peter (2006). Una mente diferente. Comprender a los niños con autismo y síndrome de Asperger. Barcelona: Paidós

Tamarit, Javier (2005). Autismo: modelos educativos para una vida de calidad. Revista de Neurología, vol. 40(1), pp. 181-186

Tamarit, Javier (2002). Prólogo. Pablo… Autista. Experiencias de una madre y su hijo con retraso mental y autismo, pp. 11-18. Sevilla: Fundación Verbum

VVAA (2012). Todo sobre el autismo. Tarragona: Altaria

Wigram, Tony & Gold, Christian (2006). Music therapy in the assessment and treatment of autistic spectrum disorder: clinical application and research evidence. Child: Care, Health and Development, vol. 32(5), pp. 535-542

Wing, Lorna (1997). The history of ideas on autism: legends, myths and reality. Autism, vol. 1, pp. 13-23

Wing, Lorna (1981). Asperger’s syndrome: a clinical account. Psychological Medicine, vol. 11, pp. 115-129

Wing, Lorna & Gould, Judith (1979). Severe impairments of social interaction and associated abnormalities in children: epidemiology and classification. Journal of Autism and Developmental Disorders, vol. 9, pp. 11-29

Winnicott, Donald W. et al (1958). Procesus de maturation chez l’enfant. París: Payot

 

 

 

 

 



[1] Psycholinguistics, cap. 5

[2] First Language Attrition

[3] El patito feo (Den grimme ælling)

[4] El soldadito de plomo (Den standhaftige Tinsoldat)

[5] Alice’s Adventures in Wonderland (1865)

[6] Through the Looking-glass and what Alice found there (1871)

[7] Dubliners (1914)

[8]Ulysses (1922)

[9] “Sólo sé que no sé nada” fue su frase más célebre para indicar lo razonable que es reconocer la ignorancia

[10] Menón

[11] Crítica de la razón pura (1781)

[12] Crítica de la razón práctica (1788)

[13] Más allá del bien y el mal (1886)

[14] Así habló Zaratustra (1883)

[15] Observaciones sobre las profecías de Daniel y los Apocalipsis de San Juan

[16] Die Feldgleichungun der Gravitation (1915)

[17] On the Origin of Species (1859)

[18] Compuso más de 800 obras, entre ellas, 41 sinfonías

[19] Sonata Claro de Luna, 9 sinfonías… También padecía discapacidad auditiva

[20] Su álbum I dreamed a Dream, grabado tras su participación en British got Talent,  la lanzó a la fama

[21] Entre sus canciones, destacan Someone like You or Tired

[22] Your Struggling Child

[23] Cuadernos de Psiquiatría y de Psicología del Niño y del Adolescente, vol. 31

[24] Procesus de maturation chez l’enfant

[25] La Psiquiatría, una nueva problemática. Del Psicoanálisis a la psicología social

[26] El niño hiperactivo con problemas de atención

[27] El equilibrio emocional

[28] La Puerta de la Villa, vol. 38

[29] Chistes de psicólogos

[30] El momento crítico

[31] Diversidad funcional

[32] Cómo tratar a las personas con diversidad funcional

[33] Lenguaje inclusivo, por favor

[34] Con discapacidad

[35] Eva Murillo Sanz: Todo sobre el autismo, cap. 1

[36] Archiv für Psychiatrie und Nervenkrankheiten, vol. 117

[37] Journal of Autism and Developmental Disorders, vol. 9

[38] El tratamiento del autismo: nuevas perspectivas, cap. 1

[39] El niño pequeño con autismo

[40] Amaia Hervás Zúñiga, Noemí Balmaña & María Salgado

[41] Carta abierta de una afectada por Asperger para Quo

[42] Análisis del mundo exterior

[43] Carta de un joven víctima de acoso escolar

[44] Marta T. Peromingo Rodrigo: El Asperger no es un cuento, pero te lo contamos, pp. 19-20

[45] Carmen García Comendador: El Asperger no es un cuento, pero te lo contamos, pp. 7-9

[46] Pedro J. Bravo Redel: El Asperger no es un cuento, pero te lo contamos, pp. 10-13

[47] Eva Marcuello: El Asperger no es un cuento, pero te lo contamos, p. 14

[48] Antonio Hernández Rivas: El Asperger no es un cuento, pero te lo contamos, pp. 15-17

[49] Purificación Moreno Palomares: El Asperger no es un cuento, pero te lo contamos, p. 18

[50] Aurora Garrigos: El Asperger no es un cuento, pero te lo contamos, pp. 21-22

[51] Paula Cabrera Schwartz: El Asperger no es un cuento, pero te lo contamos, pp. 30-31

[52] Juan P. Frías Lasheras: El Asperger no es un cuento, pero te lo contamos, pp. 27-29

[53] Cristina Barreto & Dolores Pérez Cazorla: El Asperger no es un cuento, pero te lo contamos, pp. 42-44

[54] Valentín García Requena: El Asperger no es un cuento, pero te lo contamos, pp. 23-26

[55] Mi vida con Asperger

[56] El TEA y la manera de ver las cosas

[57] “El patito feo” o la capacidad de no resignarse

[58] Pedro Jiménez Navarro: Todo sobre el autismo, cap. 2

[59] Psychological Medicine, vol. 11

[60] Autism, vol. 1

[61] La máquina del tiempo

[62] Javier Arnáiz Sancho & Marcos Zamora Herranz: Todo sobre el autismo, cap. 3

[63] Prólogo de Pablo… Autista. Experiencias de una madre y su hijo con retraso mental y autismo

[64] El niño pequeño con autismo

[65] Mª Ángeles Martínez Martín & José-Luis Cuesta Gómez: Todo sobre el autismo, cap. 4

[66] Carmen Márquez López: Todo sobre el autismo, cap. 5

[67] Pediatría Integral, vol. 21(2), pp. 94-102

[68] (ver en el párrafo de la atención temprana)

[69] David Saldaña Sage & Francisco Javier Moreno Pérez: Todo sobre el autismo, cap. 6

[70] Seminars in Speech and Language, vol. 19

[71] A Review of the Research to identify the most effective models of best practice in the management of children with Autism Spectrum Disorders

[72] Evaluación de la eficacia de las intervenciones psicoeducativas en los trastornos del espectro autista

[73] Comprehensive Educational and Behavioral Interventions for Autism Spectrum Disorders

[74] Focal Educational and Behavioral Interventions for the Treatment of Autism Spectrum Disorders

[75] Early Start Denver Model for Young Children with Autism: promoting Language, Learning and Engagement

[76] Seminars in Speech and Language, vol. 19(4)

[77] Children’s Healthcare: Journal of the Association for the Care of Children’s Health, vol. 12(1)

[78] Journal of Autism and Developmental Disorders, doi:10.1007/s10803-009-0901-6

[79] Autism, vol. 15(1)

[80] Research in Developmental Disabilities, vol. 30(1)

[81] Journal of Autism and Developmental Disorders, vol. 32(5)

[82] Cochrane Database of Systematic Reviews, online(1)

[83] Archives of Disease in Childhood, vol. 91(12)

[84] Journal of Music Therapy, vol. 41(2)

[85] Child: Care, Health and Development, vol. 32(5)

[86] Handbook on Animal-Assisted Therapy Theorical Foundations and Guidelines for Practice, ed. 2

[87] Journal of Autism and Developmental Disorders, vol. 40

[88] Preventing School Failure: Alternative Education for Children and Youth, vol. 54(4)

[89] María Frontera Sancho: Todo sobre el autismo, cap. 7

[90] Revista Siglo Cero, vol. 35(1)

[91] Revista Española de Pedagogía

[92] El tratamiento del autismo: nuevas perspectivas, cap. 1

[93] Una mente diferente. Comprender a los niños con autismo y síndrome de Asperger

[94] Autismo infantil. Aspectos médicos y educativos, ed. Wing

[95] Autismo: de la comprensión teórica a la intervención educativa

[96] Asperger Syndrome or High-Functioning Autism?, cap. 11

[97] Revista de Neurología, vol. 40(1)

[98] Adaptación psicológica de madres y padres de personas con trastornos del espectro autista: un estudio multidimensional, cap. 1

[99] Social Stress and the Family: Advances and Developments in Family Stress Theory and Research, eds. McCubbin & Patterson

[100] Juana Mª Hernández Rodríguez: Todo sobre el autismo, cap. 8

[101] Desarrollo psicológico y educación III. Necesidades educativas especiales y aprendizaje escolar, eds. Marchesi et al

[102] Tejuelo, vol. 12

[103] María Merino Martínez: Todo sobre el autismo, cap. 9

[104] Archiv für Psychiatrie und Nervenkrankheiten, vol. 117

[105] Rosa Álvarez Pérez: Todo sobre el autismo, cap. 10

[106] No me digas que no lo cuente

[107] Ruth Vidriales Fernández & Inés De Araoz Sánchez-Dopico: Todo sobre el autismo, cap. 11

[108] Calidad de vida. Manual para profesionales de la educación, salud y servicios sociales

[109] (organizado por la ONU)

[110] José-Luis Cuesta Gómez & Mª Ángeles Martínez Martín: Todo sobre el autismo, cap. 15

[111] Amaia Hervás Zúñiga, Noemí Balmaña & M. Salgado

[112] Pediatría general, p. 94

[113] El Diario de una niña judía cuyo escondite, tristemente, fue descubierto durante la II Guerra Mundial

[114] Gaad era uno de los ‘cinco desconocidos’ de El abrazo del Nilo

[115] Trece años de Blanca, caps. 10-12

[116] Trece años de Blanca, cap. 2

[117] Trece años de Blanca, cap. 6

[118] Trece años de Blanca, cap. 12

[119] Trece años de Blanca, cap. 13

[120] La voz interior

Alejandro, un niño especial

  Alejandro fue un bebé que nació fuerte y sano. Se alegraron mucho de su nacimiento sus papás y sus hermanos mayores. A los dos años, c...