lunes, 28 de junio de 2021

ASPERGERMORIAS (Blanca)


 

Hola, soy Blanca, y recién acabo de cumplir los 20 años. Venía a contaros mi historia y cómo es mi día a día con esta peculiaridad, que no enfermedad, porque no es una enfermedad ni mucho menos. Es muy, podría decir con mucho orgullo que tengo una salud ya no de hierro, ¡de acero inoxidable!

Bueno, la cuestión es, nací el 1 de febrero de 2001 en Jaén, España, un par de semanas antes de lo previsto, por lo que, como ya he dicho, acabo de cumplir mi segunda década en este mundo que a tantos se nos hace tan grande y complicado de comprender y manejar, sea por la razón que sea. Mi nacimiento fue como el de miles de millones de personas, o sea, no hubo nada raro en él, más que el hecho de que tuve que nacer por cesárea (como en el caso de miles de millones de personas en todo el mundo, repito), y pasar una semana entera en el hospital al lado de mi madre, hasta que nos dieron el alta.

Tras eso, todo transcurría con aparente normalidad: a las cuatro semanas ya era capaz de dormir toda la noche del tirón (cosa que, aunque no os lo creáis, a mis padres les asustó bastante, porque basándose en la experiencia que tuvieron con mi hermano 4 años antes, ellos pensaban que lo normal era que los bebés se despertaran cada – rato para comer o que los tranquilizaran), e iba adquiriendo todas las destrezas que necesitaba en el tiempo considerado "dentro de lo normal" para un bebé. De hecho, nadie detectó nada extraño en mi hasta que llegué más o menos a los dos años, cuando empecé a ir a la guardería y, posteriormente, al cole: siempre tenía que hacer el mismo camino; de lo contrario, me sentía como un perro perdido, y no sabía qué hacer ni cómo reaccionar. ¡Me quedaba paralizada y totalmente bloqueada! También era muy obvio que prefería permanecer sola la mayor parte del tiempo, quiero decir, no me sentía a gusto estando rodeada de gente, y esto hacía que, el 95% de las veces, prefiriera quedarme arrinconada en una esquina en vez de interactuar con otros niños.

A esto hay que sumarle mi nula capacidad de comprender los dobles sentidos, y mi todavía presente tendencia a decir las cosas tal cual las pienso, sin caer en la cuenta del daño que mis palabras pueden provocar. ¡Ah, y también tengo que añadir que sufría y sigo sufriendo, aunque ya en menor medida, una mayor sensibilidad a ciertos estímulos como la luz o el ruido! En fin, todo este cóctel de señales llevó a mis padres a decidir hacerme toda una batería de pruebas psicológicas y neurológicas que pudieran señalar cuál era mi problema, qué tipo de tratamiento debía seguir, y durante cuánto tiempo.

El diagnóstico llegó hacia octubre-noviembre de 2006, más o menos: todos mis sentimientos apuntaban hacia el ahora universalmente conocido síndrome de Asperger, el cual es un trastorno con el que uno nace y con el que muere, pero que, por fortuna, no supone una amenaza para la vida de quien lo sufre. Evidentemente, tan pronto como llegó el diagnóstico, enseguida me buscaron psicólogos que pudieran ayudar a llevar el control de esta ¿enfermedad?, y aprender a desenvolverme en el entorno como cualquier otra persona.

Respecto al colegio, no puedo decir que tuve una gran ayuda porque más bien fue al revés: ni mis compañeros ni los profesores entendían que yo padecía de este síndrome, y simplemente pensaban que "no quería integrarme en el grupo", cuando la realidad era que no sabía cómo hacerlo. Esta situación se volvió mi complicada en mi etapa como estudiante de la ESO, cuando empecé a sufrir en mi piel lo que era el auténtico "bullying", ya que algunos se aprovechaban de mis puntos más débiles y me utilizaban para su propio beneficio. Lo peor de todo es que casi no tengo apoyo por parte de los profesores, lo cual me llegó a plantearme seriamente querer cambiar de colegio en varias ocasiones, pero claro, el hecho de que en otros sitios pudieran tratarme peor que allí me daba más miedo y ansiedad que aguantar aquello a lo que, de todas maneras, ya estaba acostumbrada, por lo que decidí seguir allí hasta que ya no me quedó más remedio que irme para continuar mis estudios en Bachiller (es que mi colegio solo da hasta 4° de la ESO). Primero estuve en el San Juan Bosco, en el que seguí sufriendo cierto acoso por parte de mis compañeros por no ser igual que ellos (ellos mayormente se dedicaban a fumar y beber, mientras yo me comía los apuntes y deberes para poder aprobar, y de hecho, fui víctima de algunas bromas de muy, muy mal gusto), pero tan solo duré un trimestre; era incapaz de llevar ese ritmo tan frenético de exámenes, tareas y trabajos sin pies ni cabeza.

Tras ello, decidí salir y apuntarme a una academia de idiomas en la que me fue relativamente bien y comenzar una dieta para bajar de peso. Bueno, esto último fue más bien incitado por mi madre, ya que, aunque era consciente de mi evidente sobrepeso, no lo consideraba como algo de gran preocupación (posiblemente, porque, al ser joven, nunca me había dado ningún susto), pero, como ya muchos sabéis, la gente como yo tiene una tendencia natural a aferrarse a cualquier cosa, por estúpida que sea, de modo que cogí costumbre a ver cómo los números de la báscula disminuían, por lo que, tras un año con ella, y 20 kilos perdidos, noté que "algo no iba como yo quería", ya que veía que había vuelto a subir de peso, con lo cual aquí comenzó mi infierno con los trastornos alimentarios, ya que empecé a tomar pastillas, productos herbolarios... y dejar de comer progresivamente.

Al principio me prometí mantener esta costumbre solo hasta que llegara a los 63 kg, pero no fue suficiente; esta situación empeoró con la llegada del confinamiento: mi miedo a recuperar ese peso se hizo más fuerte, y es entonces cuando la anorexia comenzó a calar de verdad en mí: mi peso descendió hasta los 55 kg (muy delgada para mi estatura) y, para más inri, al haberme quedado casi sin grasa corporal, mi organismo, en un intento de mantenerse funcionando, había comenzado a atacarse a sí mismo, ¡con el peligro que eso conlleva! Evidentemente, intenté reaccionar en ese mismo momento, y es más, parecía ir en la dirección correcta... salvo que, tan pronto como mi cantidad de comida ingerida comenzó a aumentar, también lo hicieron las conductas compensatorias, o lo que es lo mismo, pasé de la anorexia a la bulimia, con la que sigo lidiando a día de hoy. Pese a todo, también he tenido momentos muy felices en mi vida, como aquel en el que apareció mi perrita en mi vida, hace ya casi 3 años y medio, y quien es aún uno de los pocos motivos que me quedan para seguir luchando.

En resumen, he vivido muchos episodios muy oscuros, pero también reconozco que tengo mis instantes felices, y este síndrome me ha enseñado y me sigue enseñando muchas cosas tanto positivas como negativas. Bueno, os preguntaréis qué tiene que ver el Asperger con los trastornos alimentarios, o incluso adicciones, me imagino... Pues sí, tiene muchísimo que ver: normalmente, el perfil psicológico de las personas con estas enfermedades suele coincidir con el de los Asperger en un gran porcentaje: perfeccionistas, obsesivos, inconformistas, etc. Somos gente a la que nos gusta llevar un cierto control sobre algunas situaciones que, muchas veces, se nos escapa de las manos, pudiendo desembocar en situaciones tales como problemas de autoestima, existenciales... que son los que nos empujan a buscar cualquier remedio para sentirnos mejor con nosotros mismos, incluso si estos en realidad nos hacen más daño que bien. Espero que mi historia sirva de inspiración para otros que estén pasando por situaciones parecidas, y que se atrevan a buscar ayuda, puesto que muchas veces, nosotros solos con los monstruos que viven en nuestra cabeza, necesitamos a otros para poder vencerlos.

jueves, 17 de junio de 2021

SOY ASPERGER Y LA VIDA ES ALUCINANTE. (Maite)

 


En la vida podemos buscar varios estereotipos en cada lugar, momento y hora, pero no hay nada más bonito y emocionante que ser Asperger. La palabra Asperger es aquella que cuando la escuchas te preguntas ¿Qué es eso? es un significado que siempre va a estar y nunca más va a ir al borde del olvido. Cuando esa palabra está dentro de tu cuerpo sientes alegría, emoción y diversión, además de que en las profundidades y en la verdad de ese término vas a encontrar maravillosas experiencias y aventuras por vivir. Es como un miedo inmenso, que finalmente es liberado como un pájaro que está encerrado y por fin puede volar, para ser libre y triunfar valorando sus buenos momentos y recuerdos de la vida.

Básicamente, cuando vamos creciendo tenemos momentos buenos, momentos malos y aquellos que hasta nos hace llorar tanto que aún todavía tenemos nuestros miedos dentro de nuestro organismo. Pero como siempre a quién le importa qué seamos, cómo seamos, si ser diferente mola mogollón.

No somos robots: tenemos sentimientos, tenemos nuestra vida y lo más importante nuestras dos familias, la primera, nuestros padres, madres, titos, primos, abuelos, hermanos y abuelas que aunque algunos ya no vayan a estar con nosotros siempre los recordaremos. 

Y luego tenemos, una segunda familia a la que siempre voy a estar agradecida de habernos ayudado,  enseñarnos cosas nuevas, hacer tantos viajes y campamentos inolvidables, cuando recuerdo cada minuto, segundo y hora, nunca se me quita una gran sonrisa. Esa familia somos todos/as las personas que formamos la asociación: monitores/as, terapeutas, amigos/as, familias,  OHANA para siempre. 

 

Maite, 19 años

viernes, 11 de junio de 2021

REFLEXIONES DE UNA ADOLESCENTE CUALQUIERA: EL MUNDO Y YO (Ana Belén)




Hay veces en las que me pregunto el porqué de todo, y ninguna respuesta  lógica  viene a mi mente. En esos momentos, me siento perdida, confundida, abandonada. Son momentos en los que las tinieblas te ciegan y no logras ver ni lo más evidente, ni lo más claro, nada. En esos momentos todo se reduce a un inmenso abismo que te atrapa y te engulle.

 

Desde allí todo se ve distinto, todo toma una perspectiva más negativa y ceñida a su realidad pesimista. Desde allí tomas la perspectiva de la vida que tienen todos los que sufren justificadamente, no por caprichos. Aquellos que lo único que poseen es dolor, aquellos a los que el mundo les ha dado la espalda.

 

Este mundo hipócrita, falso y lleno de injusticia es en el que nosotros creemos, el que nosotros promovemos. En la sociedad en la que vivimos, y de la que nos quejamos, es la que nosotros hemos construido. Una sociedad fría, sólida, corrompida, sucia, consumista, una sociedad dominada por el tiempo; el cual no tiene rival.

 

Aquí, en la tierra; en España, en Francia, en Alemania, en Estados Unidos, en cualquier país del mundo, lo que se ve es lo que se quiere ver, o mejor aún, lo que queremos ver.

 

Hoy en día se ha perdido la ilusión por todo, se ha conseguido todo. No existen ideales posibles, no hay nada por lo que todas las personas estén de acuerdo. Y lo único que se puede descubrir es que el mundo lo manejan sólo las potencias que tienen lo que se necesita: dinero.

Nosotros que trabajamos, nos quejamos de él, los que no lo poseen, mueren por su falta. Los que tenemos comida la tiramos entera saciados y cansados de tanta comodidad. Los que carecen de la comida no pueden quejarse de nada, porque no saben nada. Y los que le podemos enseñar no lo hacemos, pues es más fácil, y mucho más rentable, tener mano de obra barata y materias primas al alcance, sin pensar en nadie.

 

En este mundo desarrollado en el que nos movemos, importa más una persona que muere por edad, que los miles de niños que cada día mueren por falta de alimentos, o de medicamentos. Importa más una fiesta de famosos que alguien que se queja de las injusticias. Aquí nos quejamos de todo, sin darnos cuenta, y sin hacer nada por los que de verdad deberían tenerlo todo. Niños, adultos, bebés y ancianos que necesitan algo que tú  desprecias y derrochas.

 

La humanidad va en decadencia, pero la vanidad, la pereza, el egoísmo, todo influye para que nosotros cerremos los ojos ante las escenas de dolor de los pueblos que mueren. Y hacemos caso omiso a aquellos a los que, de una forma directa o indirecta, matamos, exploramos, etc.

 

Ya no hay nadie que se responsabilice con causas nobles, sino que hay mucha gente que se ocupa de engañarnos, comprarnos y vendernos y llevarnos como ovejas a donde quieren. Sí, eso somos, solo una pura raza que se extingue, que muere, que mata, que se está autodestruyendo. Sin darse cuenta de nada de lo que sucede a menos de un par de metros suyos. Somos tan egoístas qué sólo nos importamos nosotros y eso nos llevará a nuestro trágico final. 

 

 

 

  


jueves, 3 de junio de 2021

LLENA DE COLOR (Pablo)

 

Llena de color (Pablo)

 

 



Desde que era pequeño, me enseñaron a disfrutar de lo bonita que es la vida, y realmente lo es y también me adoctrinaron y enseñaron lo duro que puede ser este camino, tan largo y en ocasiones tan oscuro. Desde pequeño hasta que maduré, una película de ciencia ficción, una increíble aventura sin precedentes, era muy divertida y todo lo que me rodeaba estaba lleno de color y lleno de esperanza, sin embargo, pasados los años me fui dando cuenta de que todo se iba decolorando, que no era verdad, que vivía en un dulce sueño y donde existía y lo que veía no era lo que realmente era.

 

Y todo eso cambio hace no mucho, cuando yo tenía mis catorce años, poco a poco me fui dando cuenta de lo lúgubre y sombrío que era todo lo que me rodeaba, estaba solo, lleno de miedo, voces que atormentaban, lleno de odio por dentro y dejé de ver el bello cielo azul por una tonalidad triste de un gris, vi a lo que todos se referían.

 

“El mundo se va a pique” o “el mundo se va a acabar tarde o temprano”, ese tipo de frases destruyeron lo poco que quedaba de ese joven chico que solo quería jugar y divertirse, y todo este tipo de opiniones venidas por los noticiarios, los periódicos e incluso las charlas entre compañeros, todo lleno de negatividad y de malas caras. Eso me llenaba el pecho de dudas como, por ejemplo: ¿Podré cambiar algo? ¿Seré capaz de hacer algo para ver a la gente feliz? La respuesta la supe en el mismo momento en el que empezaría a ser realmente feliz y dejar mis dudas atrás, fue un no rotundo.

 

Todo cambio cuando con mis dieciocho años me di cuenta de que en esta vida estamos por un motivo, por un porqué, y todos los que estamos aquí debemos de agradecer a la vida por dejarnos estar pues, vivos ya que sin ella no podría jamás haber visitado la belleza mediterránea de Italia, las iluminadas y enormes calles de Manhattan y muchos más viajes que sé que me quedan por vivir.

 

Al fin y al cabo, me di cuenta yo mismo de que la vida no es un tono de grises o es lleno de color dependiendo de donde nazcas, situación económica, no, en absoluto. Lo que realmente me hace ver a la vida con otros ojos y por lo cual estoy bastante agradecido es por mí ya que sin mí mismo no hubiera sido feliz. Y sé que en ocasiones hay días más o menos grises y sé que en esta vida no es felicidad y alegría, la vida no es como los medios de comunicación te quieran trasmitir, la vida es para vivir dentro de ella, tú solo tienes la oportunidad de ver las cosas que te regala la vida y de disfrutarlas: “La vida no es una escala de grises, la vida es llena de color sin importar como la mires”.

 

Alejandro, un niño especial

  Alejandro fue un bebé que nació fuerte y sano. Se alegraron mucho de su nacimiento sus papás y sus hermanos mayores. A los dos años, c...